Pero ahora, claramente, sigue escribiendo, porque se ha re-enamorado, desenamorado y vuelto a enamorar. Suspira, piensa que dios juega a los dados. Inhala profundamente y relee lo que había escrito hasta que creyó habérsele acabado la magia. Se sorprende por lo bien que plasmó sus sentimientos, y más aún por que ahora ha vuelto a sentir lo mismo, esas mariposistas huevonas en la guata, y ahora, esa sensación, de entre héroe y bicho patético, sobre todo bicho patético, porque no cumplió con su cometido. Pero lo que mas le duele es que se ha dado cuenta que esa sensación de, quizá no de amor, pero sí de placer que se descubre al ser besado por una fémina, más de una vez, el sentirse acompañado, jamás le ha durado más de un día.
Ayer comentaba con su mejor amigo, el hermano de la “loka” ésta, que lo hasta ahora sucedido es digno de “Corazón”. El melodrama no puede ser más patético y, para él más triste. Y dice así:
¡Dale Don Dale! Resonaba la, ya tradicional reguetón del carrete de fin de semana. A eso de las 3 de la mañana, y tras haberse pasado el cumpleaños entero pensando cómo hacerlo, se despidió de todos y enfiló a casa de C. El motor rugía solitario por las calles de Osorno, los semáforos, conspirados, estaban todos en rojo, y la carencia de alcohol en la sangre, lo hacia a cada vuelta de esquina dudar. No sabía si hacerlo o no. Tras un eterno trayecto, se encontró frente a su casa. Había estacionado lejos y no había nadie en casa, pues la familia estaba, a esa hora durmiendo feliz en el campo. Sin embargo tenía miedo; rápidamente deslizó el sobre sellado con vela roja bajo la puerta de la casa, con la esperanza de que al día siguiente C. leyera “Es tan poco” del uruguayo Benedetti. Es así, como creyendo que ella lo había leído, y entendía lo que él sentía, se le acercó durante la semana sutilmente, bueno quizá no tan sutil. Pero ella no hizo ni el más mínimo ademán, de por lo menos, lástima, NADA. Cómo el ya con lágrimas plasmó en su desesperación, le dejó una nota en su casillero, diciéndole que si ella, quiere no tiene nada más que gritar su nombre. Silencio. Ya en las últimas le envío uno de esos mensajitos de texto invitándola a tomar un café. Y como ya se dijo estuvo una hora sentado, leyendo un libro y chupeteando un expresso. Y bueno, ése era el último día de clases antes de las vacaciones de invierno, por lo cual no la vería en un mes, esa era la última oportunidad de actuar. Aquella noche salió de parranda con la misma intención que todos los jóvenes, emborracharse y agarrarse una mina ( o más dentro de lo posible). Pero no le resultó, el alcohol le producía arcadas, y ni la cadera más sensual moviéndose al ritmo del reguetón le producía efecto alguno. Y así pasó las vacaciones olvidándola y siguiendo al pie de la letra sus palabras:
¿Te puedo pedir un favor? Pero no te lo tomes a mal…
Mantente a mas de tres metros de distancia de mi, y no me hables por msn y, bueno eso, no lo tomes a mal.,si tú me caes bien.
Después de eso ¿qué iba a hacer? ¿Correr a su casa a decirle que la ama? ¿Pedirle formalmente autorización a sus padres para cortejarla? Naah…no hacía más que sentir esa desagradable opresión en el pecho y ese desgano, que ni con escribir se va..
Pero hace, unos días, cinco quizá, C. le dijo, que de casualidad se enteró de que su mamá había recogido el poema antes que ella, y pensando que era de un “ex” lo quemó. Claro, el pelota no había firmado el poema. Eso le alivió y le dio nuevo bríos: No era su culpa que no lo “haya” pescado, era una cuestión fortuita, una mala jugada del destino. Intentó evitar enamorarse, pero, no había caso, ya estaba en el juego. Esta vez, no quiso tardarse, y tomándose a pecho las palabras de C, palabras duras, palabras que le pintaban de conformista y político, tomó nuevamente el poema de Benedetti, lo adapto a la situación, lo colocó en un sobre idéntico, lo selló con la misma vela y estampa, pero esta vez, se lo entregó en sus propias manos. Y firmado. Ya sin nada que temer, sin miedo a la decepción, simplemente entregándose completamente.
Sucedió lo que su lógica le dictaba y no lo que su corazón soñaba. Simplemente fue el hazme reír de la familia, un tema de sobremesa y quizá de cotilleo de las niñas de la latera “alta sociedad osornina”.
Y ahora, escribiendo se escapa de su mirada, de su sonrisa, de su piel. Peeero no, el pelota tuvo que seguir haciendole caso a sus hormonas para traer chocolate desde el pais trasandino, y recibir a cambio, evasivas y un bloque electrónico.
Pero, como dicen los argentinos: no me arrepiento de este amor, aunque me cueste el corazón, amar es un milagro y yo te amé.
El amor, le amour como dicen los franceses, va y viene, pero la amistad queda para siempre…o eso creo. Cuando ese lazo se rompe, bueno duele más…mucho más.
Pax Avant
Bz.
PS: a ver si alguién se lee estas 942 palabras xD.